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Revista 22

LOS TRABAJOS DE PERSILES Y LA MOTA

  • III Época
  • Diciembre 2009
  • Por Aspas Manchegas
  • 132 lecturas

Empecé a interesarme por el Persiles a raíz de una interesante conferencia, impartida por el insigne lingüista D. Feliciano Delgado León (q.e.p.d.), jesuita y amigo quien nos fue desgranado los intríngulis de la novela postuma del inmortal Cervantes. Tomé unas notas, después compré la novela y me fui emocionando con su lectura al ir viendo como los peregrinos iban pasando por Aranjuez, Ocaña, Quintanar de la Orden, camino de Valencia, con destino a Roma. Todo esto ha sido lo que me ha motivado el escribir este artículo.

Cervantes escribe la dedicatoria del libro al Conde de Lemos con la fecha de "a diez y nueve de abril de mil seiscientos diez y seis". Moría cuatro días después de fechar esta dedicatoria. En ella le decía palabras que todavía son estremecedoras, como lo son todos los encuentros del hombre con la muerte:

Aquellas coplas antiguas que fueron en su tiempo celebradas que comienzan:
Puesto ya el pie en el estribo con las ansias de la muerte Gran señor esta te escribo.
Ayer me dieron la extremaunción, y hoy escribo esta; el tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir, y quisiera yo ponerle coto hasta besar los pies de vuestra excelencia [..].


Un aire de melancolía impregna la obra. Tiene prisa por no dejarla incompleta.

¿Qué es Los trabajos de Persiles y Sigismunda? Se trata de una novela de aventuras, en la que los personajes no son los importantes, sino lo que sucede a los mismos. Los personajes van sobreviviendo a lo que les acaece. En Don Quijote, el protagonista es el creador del suceso. Los molinos son gigantes gracias a don Quijote y él causa la reacción de los demás que no aceptan su ensueño. La novela de la que tratamos son "los trabajos", es decir lo que desde fuera soportan los personajes. En don Quijote hay una progresión trasformativa del héroe de la novela. Fue sano, aparece ya con la cabeza perdida, se lanza a la aventura. Hasta para conseguir traerlo a su aldea hay que vencerlo en su mismo campo. Un combate con el caballero de los espejos, ahora bajo el nombre de caballero de la blanca luna, el bachiller, que sólo jugando a su juego, conseguirá traerlo a la aldea y que allí recupere la razón. En Persiles los personajes no maduran en el tiempo. Lo que son al principio es lo que son al final. Lo importante en una técnica de aventuras no es lo que se dice, sino lo que se sugiere y lo que esa sugerencia apunta a lo que todavía se ignora.

Cervantes supo entretejer las variadas historias de forma extraordinaria. La acción se domina y lo que sucede es lo único que importa y ese suceder es lo que da interés a la novela. Pero no crea personajes. Sigismunda es una belleza etérea por encima de toda realidad y Persiles pasea su honestidad como única característica de su carácter.

El argumento tiene que ser sentimental, artificial y lleno de situaciones dolorosas que nos lleven a las lágrimas. Sigismunda, es Auristela, hermana de Periandro, que es Persiles. Ambos, siguiendo los consejos de su madre, emprenderán un largo viaje a Roma pasando por la península ibérica.

La novela arranca en las tierras bárbaras y llegando a Portugal prosiguen las aventuras con rasgos certeramente cervantinos. Los episodios siguen encadenándose con historias interpoladas. Por su parte, la geografía recoge el paisaje concreto de tierras, que él bien conocía. Vestidos ya de peregrinos desde Lisboa pasan a España camino de Guadalupe. Después de recalar en Ocaña, llegan a Quintanar de la Orden, donde se hospedan en casa de D. Diego de Villaseñor, padre de Antonio que casado con Riela en las tierras bárbaras, vinieron junto con sus hijos Antonio y Constanza a visitar a sus padres.

Estando en la casa de Don Diego de Villaseñor, Antonio y su familia se vieron sorprendidos cuando un grupo de gente trae herido de muerte a un anciano conde al que habían disparado por la espalda al tratar de mediar en una trifulca entre los soldados y los quintanareños. En artículo mortis se casa con Constanza Villaseñor, nieta de Don Diego, que a partir de ahora será mucho más rica.

Antonio y Riela deciden quedarse en Quintanar y no seguir hasta Roma, cosa que si hacen sus hijos. Finalmente, el escuadrón de peregrinos lo componen Periandro/Persiles, uristela/Sigismunda; Antonio, Constanza y un criado con facultades de astrólogo llamado Bartolomé.

Después de despedirse de los familiares y amigos y tras recibir la bendición de Don Diego abandonan Quintanar de la Orden y en amor y compaña prosiguen su viaje hasta Valencia para después por Francia llegar a Roma.

Cervantes en el capitulo X del libro tercero nos sigue contando:
"...digo que el hermoso escuadrón de los peregrinos, prosiguiendo su viaje, llegó a un lugar, no muy pequeño ni muy grande, de cuyo nombre no me acuerdo,..."

Al cruzar por la plaza por donde forzosamente habían de pasar vieron a dos mancebos con traje de cautivos que explicaban un lienzo pintado de la ciudad de Argel. Uno de ellos de edad próxima a los 24 años chasqueando un látigo llamaba la atención de los transeúntes.

Se encontraban entre el público los dos alcaldes del lugar, ambos ancianos y analfabetos.

El libre cautivo continuó su arenga explicando cómo había sido su cautiverio, haciendo especial mención a que ellos habían estado en una galera turca cuyo dueño, de pie en la crujía, sostenía un brazo muerto que le había sido arrancado de cuajo a un cristiano y con el que daba golpes a los remeros atados a los bancos de la galeota.

Uno de los alcaldes, que había estado cautivo en Argel, y en aquella galeota, no le cuadra que el espalder fuera Dragut, un turco; sino un tal Alonso Moclín, natural de Vélez Málaga.

El alcalde decide poner a prueba a los falsos cautivos para lo cual le hace una serie de preguntas: ¿Cuántas puertas y fuentes y cuántos pozos de agua dulce hay en la ciudad de Argel? A lo que responden de una forma evasiva. El alcalde los descubre y llama al pregonero que por allí se encontraba para pedirle que trajera dos asnos en los que pasear a los falsos cautivos ya arrestados. Tras arrepentirse, el alcalde se apiada de ellos. El más hablador en agradecimiento comenta:

"los jueces discretos castigan, pero no toman venganza de los delitos; los prudentes y piadosos mezclan la equidad con la justicia y entre el rigor y la clemencia dan luz de su buen entendimiento"

Sin embargo, el pregonero regresa sin asnos y comenta que ha visto a los dos regidores Berrueco y Crespo, «Por asnos os envié yo, majadero (exclama el alcalde), que no por regidores». Por tanto, ¡que vengan los regidores a escuchar la sentencia!.

Los estudiantes son indultados e invitados a cenar y a dormir en casa de uno de los alcaldes. Lo mismo ocurre con los peregrinos que son alojados en casa del escribano.

Al amanecer del día siguiente y tras agradecer las atenciones recibidas, Auristela y sus compañeros prosiguen su camino hasta la salida del lugar donde se toparon con los cautivos falsos, que dijeron que iban ya apercibidos del alcalde, de modo que de allí en adelante, no los podrían coger en mentira acerca de las cosas de Argel. Entretenidos con su charla mañanera llegaron a un camino que se dividía en dos: los cautivos tomaron el de Cartagena, y los peregrinos el de Valencia.
Hasta aquí todo lo expresado es rigurosamente cierto, al menos documentado. Vamos ahora a tratar de aportar mis conjeturas, que esperemos sean lo más objetivas posibles.

Habían salido ya de Quintanar camino de Valencia cuando Cervantes comenta: "...el hermoso escuadrón de los peregrinos, prosiguiendo su viaje, llegó a un lugar, no muy pequeño ni muy grande, de cuyo nombre no me acuerdo..."

Conocemos los caminos existentes en España en la época de Cervantes gracias a los "repertorios de caminos", de los cuales, el primero y más importante es el "Repertorio de todos los Caminos en el que aliarán qualquier viaje que quieran andar muy provechoso para todos los caminantes. Compuesto por Pero Juan de Villuga, valenciano". Obra publicada en 1546 en Medina del Campo. Se trata de un clásico frecuentemente citado por los estudiosos de viejos caminos que contiene un total de 139 itinerarios equivalente a unos 18.000 Km. La intención con la que Villuga publica su obra es para que sirva como obra práctica de consulta que los viajeros llevarían encima. Sus dimensiones de 14 x 10 cm le otorgan esta característica de libro de bolsillo; todo un avance para su época. Cervantes como buen viajero que fue, no me cabe duda que tuvo que haberlo utilizado o llevado consigo a lo largo de sus innumerables viajes.

Los caminos representados en el repertorio de Villuga no son todos los existentes en la España del s. XVI, sino solo los principales, muchos de los cuales coinciden con la red de calzadas romanas.

Hemos visto como las fuentes literarias de la época aportan nuevos itinerarios y caminos.

Otra guía del viajero publicada treinta años después de la de Villuga es el "Repertorio de Caminos. Ordenado por Alonso de Meneses Correo. Añadido el camino de Madrid a Roma. Con un memorial de muchas cosas sucedidas en España. Y un repertorio de cuentas, conforme a la nueva premática". El autor describe 134 caminos, de los que 119 son prácticamente comunes a los de Villuga, habiendo diferencias más o menos notables en los 15 restantes.




En ninguno de los repertorios se detallan las características técnicas de los caminos, por lo que hay que acudir a las relaciones de viajes de los viajeros ilustres si queremos tener una idea más o menos clara de cómo eran. Centrándonos en la zona que nos ocupa, los dos repertorios son prácticamente iguales. Aunque en el gráfico no figuran muchas poblaciones en la explicación de los caminos sí están detalladas. Vemos en los repertorios, tanto de Villuga como de Meneses, que el "hermoso escuadrón de peregrinos", que desde Ocaña-Quintanar dirección a Valencia, tuvo que transitar por un camino que no era de los importantes ya que no figura en ninguno de los repertorios; por lo que tuvieron que coger uno de segunda categoría, menos seguro y más estrecho. Estos caminos eran pistas sin pavimentar, de tierra apisonada, que en tiempos de lluvias se convertían en un lodazal y era necesario transitarlos montado a lomos de caballería; eran los llamados de herradura por los que solo podían circular personas y caballerías, debido a su estrechez. No obstante, en algunos tramos podían circular carretas y coches de caballos ya que se ensanchaban. Los peregrinos, haciendo honor a lo piadoso de su viaje, no harían ostentaciones y a lo sumo llevarían alguna muía para llevar el hato y el equipaje; y para montarla, en caso de lluvia, y para vadear ríos; ya que la escasez de puentes era latente. Estos caminos de herradura eran costeados y mantenidos por los municipios a cuyos términos pertenecían.

Después de lo visto y tratando de sacar conclusiones, decir que los peregrinos tenían que incorporarse cuanto antes a las vías importantes que son las que figuran en los repertorios ya que eran más amplias y seguras pues patrullaba por ellas la Santa Hermandad. Decíamos que una vez salidos del Quintanar, solo tienen dos opciones: una de ellas, es ir por el Toboso para desde allí coger el camino que iba para Valencia. Esta opción queda descartada por el comentario que intencionadamente nos dice Cervantes "… llegaron a un lugar cuyo nombre no recuerda"; la otra alternativa, y que a mi modo de ver es la válida, es La Mota, donde enlazan con el camino que iba para Valencia. Los estudiantes tienen que ir a Manjavacas para coger el camino de Murcia, pues iban a Cartagena.

Es curioso que solamente en dos ocasiones Cervantes comente algo parecido: "Y llegaron a un camino que en cuatro se dividía " capitulo IV de la primera parte. "Llegaron todos juntos donde un camino se dividía en dos" Persiles capitulo once del tercer libro. Las dos menciones se desarrollan, creo yo, en Manjavacas y en la Mota respectivamente.

Otra cosa, que se desprende del texto, es que uno de los alcaldes había estado cautivo en Argel. ¿Lo conocería Cervantes? Posiblemente lo conociera y las visitas que Cervantes realizase a La Mota quizás fuesen para visitar a su amigo de cautiverio, el alcalde; desmontaríamos así, sin pretenderlo, el argumento manido de que Cervantes había estado en la Mota alojado en el convento de sus amigos los Trinitarios, artífices de su liberación, existente en la plaza del Verdinal. La vida de Cervantes está llena de conjeturas y especulaciones y esto no iba a ser menos.

No hay casi nada claro, pero esto del convento de la orden trinitaria en la plaza del Verdinal, no tiene mucha base. Yo personalmente me he puesto en contacto con personajes relevantes de dicha orden y, después de consultar sus archivos, me afirmaron de forma contundente QUE NUNCA HUBO UN CONVENTO TRINITARIO en La Mota del Cuervo. Lo cierto es que todo el mundo lo afirma sin que nadie lo haya llegado a demostrar.

Como en la vida misma, de los pequeños detalles se sacan las grandes conclusiones. Sin embargo, esto del convento, a pesar de lo polémico, dará para otro artículo, que estoy dispuesto a acometer a pesar de ser consciente de que me estoy metiendo en tierras movedizas.

D. Luís Astrana Marín, nacido en Villaescusa de Haro en 1889, insigne cervantista y autor prolífico, nos dice respecto a lo que venimos comentando en el tomo VII de su "Vida ejemplar y heroica de don Miguel de Cervantes Saavedra":

El «hermoso escuadrón de los peregrinos», como le llama, llega a un lugar, «no muy pequeño ni muy grande», de cuyo nombre no se acuerda. ¿Cuál? Puntualmente se ignora. Han entrado ya en tierras de Cuenca, y todo parece indicar que se trata de la Mota del Cuervo, pues sigue en la ruta a Quintanar de la Orden. Es el pueblo, uno de cuyos dos ancianos alcaldes «había estado cautivo en Argel mucho tiempo», según el autor. ¿Lo conocería? … Reanudado el viaje al siguiente día, todos juntos, peregrinos y estudiantes, llegaron «donde un camino se dividía en dos; los cautivos tomaron el de Cartagena, y los peregrinos el de Valencia». O sea: desde los confines de las tierras de Cuenca, Ciudad Real y Albacete, aquéllos torcieron a la derecha, hacia el Sur; y éstos continuaron su ruta al Oriente.

Respecto a Cervantes y "Los Trabajos de Persiles y Sigismunda" decir que, quede aquí su novela como un buen ejercicio de altísima prosa, como un genial quehacer de narración, llevada al máximo de precisión y belleza en sus descripciones, la tersura de sus diálogos y su habilidad para la creación de personajes que no perduran fuera de la ficción misma. Todo el mundo puede decir ese es un Quijote, una Dulcinea o un caballero del verde gabán, pero nadie podrá decir, una Sigismunda o un Persiles. Una gran obra que de no haber sido eclipsada por el Quijote hubiese sido más conocida y valorada.

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