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Revista 21

FINALISTAS INFANTILES DEL PREMIO BRIAREO

  • III Época
  • Diciembre 2008
  • Por Aspas Manchegas
  • 128 lecturas

LA LEYENDA DE LA PALABRA... MOLINO


Hace muchos muchísimos años un grupo de molineros tenía un grupo de molinos, pero los molineros no sabían que se llamaban molinos porque la palabra «MOLINO» se había perdido hacía décadas.
Ellos pensaban, y pensaban pero no se les ocurría la palabra exacta para llamar a sus máquinas.
A José, uno de los molineros se le ocurrió preguntar a la gente mayor.
Preguntaron y preguntaron hasta que hablaron con Antonio, un hombre mayor, que se sabía la palabra, pero había un problema: no se sabía la palabra entera sólo se sabía «MOL» .
Ya tenían una pista, hasta que Juan, otro molinero se puso a pensar y dijo:
-Si nosotros somos molineros entonces se llamarán «MOLINOS».
Entonces para estar seguros buscaron de nuevo y encontraron a Jesús, otro hombre mayor que se sabía la palabra entera y exactamente era «MOLI NO» y desde entonces no ha vuelto a perder el nombre «MOLINO» y esperemos que no se vuelva a perder» que para eso estamos nosotros, los de la Mota, para que nadie vuelva a olvidar esta palabra.
Sofía Laguía Rodríguez


EL GIGANTE Y LOS PAJARILLOS


INTRODUCCIÓN
Desde nuestro molinos
Desde nuestros molinos, que siempre nos acogen entre sus paredes y nos hacen ser partícipes de sus historias, sus viajes, sus ruedas, anchas y bellas, y sus morenas aspas, doradas por nuestro fuete sol; dándole un toque especial a nuestro bello paisaje: La Mancha. En esa línea recta donde llanuras y cielo se unen de una manera singular y le dan al paisaje un sentido de eternidad de que el mundo no se escapa y que despierta una emoción especial en el viajero.
Bellos y sugerentes molinos, que en estos momentos se encuentran más contentos que nunca viendo a tantos moteños que velan por ellos, que no se encuentran abandonados como en el pasado, sobre los que se abatían las aves de presa del más lamentable olvido.
Ahora cada primero de mes lucen sus enormes aspas con velas blancas navegando en el cielo, donde son imagen de paz y lección de coraje y esfuerzo de cada moteño.
Sentada en un rodillo observo a los pajarillos que revoloteaban alrededor de aquel gran gigante, mientras él mueve sus aspas en honor a todos aquellos recientes espectadores que contemplan su magnífica elegancia. Dos pequeños pajarillo pían sin cesar como si aplaudieran con su diminuto pico. Al final terminan posándose en la capucha de aquel enorme molino. Él agita suavemente sus aspas, morenitas, contento, de no estar solo; los pájaros se asustan y bajan hacia mí. Yo les tiendo mi mano y les echo unas miguillas de pan. Ellos, son pequeños e inteligentes, no confían en las personas, prefieren quedarse sin la comida y volver con el gran gigante. Comprueban que él, aunque se mueva ligeramente, jamás les hará ningún daño.
Desde allí observan y cantan desde lo alto del molino llamando a otros amigos. Algunos se meten dentro por sus pequeñas ventanas. ¡Qué seguros se tienen que sentir dentro de algo tan grande!
Hasta que un buen día a un moteño poco gracioso se le ocurrió la pésima idea de cerrar todas las ventanas. Los pobrecillos revoloteaban alrededor del molino sin poder entrar. Al gigante no le pareció nada bien que echasen a sus pequeños amigos que tanta compañía le hacían. Cuando llegó el atardecer, los lindos pajarillos no tenían donde refugiarse y el molino se sentía solo para pasar esa fría noche. De pronto, un ligero viento empezó a soplar, el gigante se puso en marcha girando su rueda catalina. Giró y giró y giró a gran velocidad hasta que varias tablas del tejado que estaban sueltas se rompieron. Él invitó a sus amigos a refugiarse para pasar esa larga y fría noche. Todos comenzaron a entrar contentos. Los pajarillos cantaban, las torcaces le contaban al gigante las anécdotas de aquel día, los gorrioncillos se sentían felices en casa...
Yo seguí visitando a mis amigos los molinos algunas tardes de otoño, observé que estaban mucho más alegres que antes, ya no estaban solos, estaban en compañía de sus amigos los pájaros en este precioso Balcón de la Mancha.
Laura Cobo Agudo


EL MOLINO DE VIENTO


Había una vez un molino de viento que no funcionaba porque el viento había dejado de soplar. El viento se había enfadado con la gente del pueblo porque lo maltrataban y no lo aprovechaban. Como el molino no funcionaba, nadie podía moler el trigo para hacer la harina y tampoco podían hacer pan. El pan les gustaba mucho para hacer torraditas con mermelada, comerlo con uvas, mojar en las salsas, etc. ..
Un día los del pueblo le dijeron al viento:
-Perdón por maltratarte, pero por favor haz funcionar el molino o no podremos comer pan nunca más.
Al final, el molino les hizo caso y todo el pueblo se puso muy contento porque por fin volverían a tener el pan que tanto les gustaba.
Y cuando el viento sopló, las aspas del molino giraron durante años sin parar.
Quim Montsant González.

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